viernes, 1 de enero de 2010

lecturas 2009 - XXX, XXXI y fin

La leona blanca (Henning Mankell)
Una tarde de la primavera de 1992, la joven agente inmobiliaria Louise Akerblom es brutalmente asesinada en una solitaria y apartada granja de Escania. Un caso difícil para la policía, pues, a primera vista, no hay un móvil claro, y todo parece indicar que la muchacha sólo vio algo que no debía ver. Una vez más, Kurt Wallander tiene que dejar de lado sus problemas personales (la soledad, la incomunicación con su hija adolescente o el agrio carácter de su anciano padre) y tratar de encajar las piezas del incomprensible puzzle. Paralelamente, en la lejana Sudáfrica, una organización de extrema derecha, decidida a dinamizar el proceso antiapartheid, planea asesinar a un importante dirigente político y sumir al país en el caos. Para ello contrata los servicios de un asesino a sueldo, que, ayudado por un antiguo agente del KGB, comienza la preparación del atentado en Suecia, muy cerca de Ystad…

Así empieza…
Prólogo
Sudáfrica, 1918
Hacia el anochecer del 21 de abril de 1918, tres hombres se reunieron en un modesto café del barrio de Kensington, en Johanesburgo. Los tres eran jóvenes. El menos de ellos, Werner Van der Merwe, acababa de cumplir diecinueve años. El mayor, Henning Klopper, contaba veintidós. El tercer hombre de la reunion, que se llamaba Hans du Plessis, cumpliría veintiuno en unas semanas. Precisamente aquel día había decidido preparer su fiesta de cumpleaños y ninguno de los tres había imaginado ni albergado la menor idea de que su encuentro en aquel café de Kensington pudiese cobrar significado histórico. Pese a todo, el asunto del cumpleaños de Hans du Plessis nunca llegó a tratarse aquella noche y ni siquiera Henning Klopper, que fue el promoter de una propuesta que a la larga cambiaria toda la sociedad sudafricana, podia figurarse el alcance o las consecuencias de sus propias reflexiones inconclusas.

Que se levanten los muertos (Fred Vargas)
Despúes de El hombre de los círculos azules, en esta nueva intriga policíaca nos encontramos a "tres evangelistas": Mathias, Lucien y Marc, tres jóvenes historiadores en paro y sin un céntimo, que intentarán resolver un caso muy complicado. Mathias es duro, casi de piedra, como la edad prehistórica de la que se ocupa; Lucien es un estudioso de la I Guerra Mundial, y Marc, un medievalista muy nervioso. No parece el equipo idóneo para resolver un caso de homicidio que hunde sus raíces en un pasado lejano, lleno de rencor y celos. Pero, a veces, la intuición y la capacidad de análisis consiguen más de lo que se pueda imaginar. El escenario: una calle del centro de París, donde todo el mundo se conoce y nada pasa desapercibido.
En esta nueva entrega, Fred Vargas, con mucha ironía y un enorme talento, elige como protagonistas gente común, con sus milagros y desastres cotidianos

Así empieza...
- Pierre, hay algo que desentona en el jardín –dijo Sophia.
Abrió la ventana y examinó aquel trozo de terreno el que conocía hasta la última hierba. Lo que vio hizo que un escalofrío le recorriera la espalda
Pierre siempre leía el periódico a la hora del desayuno. Seguramente por eso Sophia miraba tan a menudo por la ventana. Para ver el tiempo que hacía, cosa que uno suele hacer con bastante frecuencia cuando se levanta. Y cada vez que hacía malo, poensaba en Grecia, por supuesto. Aquellas contemplaciones inmóviles se llenaban a la larga de nostalgias que algunas mañanas se prolongaban hasta el resentimiento. Después se le pasaba. Sin embargo, esa mañana había algo que desentonaba en el jardín

4 comentarios:

teatrera dijo...

Lo he pensado otras veces, pero no sé si llegué a preguntártelo.
¿Cómo haces para leer tanto?

NVBallesteros dijo...

Tratare de leer alguno de los que recomiendas.

Besos.

muchachadeojostristes dijo...

no es difícil, hay que leer todos los días un poco
además, paso mucho tiempo en casa y no soy demasiado dormilona
nunca me acuesto sin leer, por lo menos un par de páginas
y lo más importante, tiene que gustarte leer y lo que lees
yo empiezo muchos libros que no termino
si no me gusta, voy a por otro
besitos

teatrera dijo...

Lo malo es que si me gusta un libro no me conformo con leer un par de páginas cada día.

 
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