martes, 29 de diciembre de 2009

lecturas 2009 - XXVIII y XXIX




El hombre sonriente (Henning Mankell)
El abogado Gustaf Torstensson conduce inquieto su vehículo por una carretera solitaria. Es noche cerrada y el hombre mira constantemente por el retrovisor, tratando de descubrir si le persigue algún coche. De repente, delante de él, ve una silla plantada en medio del asfalto, y en ella, un muñeco del tamaño de un ser humano. Es otoño y la niebla alcanza ya la carretera. Torstensson frena en seco y, aterrado, sale del coche para ver de cerca la fantasmagórica aparición. Es lo último que hace en su vida. muy poco después, el inspector Wallander se verá inmerso en un complicado caso de delincuencia económica de altos vuelos. Sin embargo, la sensación de luchar contra un enemigo intangible –un adinerado y autoritario mecenas-, la permanente sonrisa del principal sospechoso y esa extraña impresión deque su vida corre peligro pondrán a prueba su entereza y su habilidad.
Así empieza...
“La niebla”, pensaba.
“Es como un depredador furtivo y silencioso. Jamás lograré habituarme a ella, pese a que toda mi vida ha transcurrido en Escania, donde las personas aparecen constantemente envueltas en su manto invisible”.
Eran las nueve de la noche del 11 de octubre de 1993.
La bruma se había precipitado veloz, como un torbellino, procedente del mar. Él iba al volante, de regreso a la ciudad de Ystad, donde residía. Su vehículo hendió la blancura brumosa apenas hubo dejado atrás las laderas de Brösarp.
Una intensa sensación de temor lo invadió al punto.
. Ojos de agua (Domingo Villar)
Entre el aroma del mar y de los pinos gallegos, en una torre residencial junto a la playa, un joven saxofonista de ojos claros, Luis Reigosa, ha aparecido asesinado con una crueldad que apunta a un crimen pasional. Sin embargo, el músico muerto no mantiene una relación estable y la casa, limpia de huellas, no muestra más que partituras ordenadas en los estantes y saxofones colgados en las paredes.
Leo Caldas, un solitario y melancólico inspector de policía que compagina su trabajo en comisaría con un consultorio radiofónico, se hará cargo de una investigación que le llevará de la bruma del anochecer al humo de las tabernas y los clubes de jazz. A su lado está el ayudante Rafael Estévez, un aragonés demasiado impetuoso para una Galicia irónica y ambigua, e incluso demasiado impetuoso para el propio Leo, que busca entre sorbos de vino los fantasmas ocultos en los demás mientras intenta sobrevivir a los suyos.
Gracias a la labor de este singular tándem Caldas-Estévez la verdad termina por aflorar, llevándonos a desentrañar el secreto que esconden los Ojos de Agua.
Así empieza...
La línea de luces de la costa, el resplandor de la ciudad, la espuma blanca batiendo en el rompiente... No importaba que estuviera oscuro y la lluvia empapara los cristales. Quienes acudían a su casa por primera vez hablaban siempre de las vistas, como por obligación.
Luis Reigosa escogió un CD del estante, lo colocó en el equipo de música y sirvió las bebidas en unas copas anchas cuyos bordes había frotado antes con la cáscara de un limón. No sospechó que eran las últimas que servía.
Escucharon el bramido del viento cuando bajaron abrazados a la habitación. Desde el saón, Billie Holiday les regalaba The man I love-
.
Someday he’ll come along
The man I love
And he’ll be big and strong
The man I love

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