lunes, 29 de diciembre de 2008

lecturas 2008 - XXIX

Un árbol crece en Brooklyn (Betty Smith)
Corren los años veinte del siglo pasado y descubrimos a la pequeña Francie Nolan leyendo sentada en la escalera antiincendios de su casa, a la sombra de un árbol que sólo crece en los barrios más pobres de las grandes ciudades. Poco a poco, la mirada se aleja de la chiquilla para abarcar a la estrafalaria familia Nolan, que malvive en un barrio de Brooklyn. Conoceremos así a sus padres, a su hermano y a la entrañable tía Sissy, que usa a los hombres para aplacar sus instintos maternales.
Francie crece rodeada de los libros que tanto le gustan y pronto empieza a preguntar y a pedirle a la vida algo más que un triste acomodo en la mediocridad. De esas hermosas y tercas ganas de saber nace Un árbol crece en Brooklyn, una novela donde cualquier detalle de la vida doméstica revela un mundo hecho de apuestas y deseos, donde los personajes son tan próximos que nos duelen sus dolores y donde el sueño americano cobra por fin peso y color.

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Así empieza...
“Apacible” era la palabra que se habría empleado para describir Brooklyn, Nueva York. Especialmente en el verano de 1912. Como palabra, “sombrío” era mejor, pero no se adecuaba a Williamsburg, uno de sus suburbios. “Apacible” era la única palabra que le convenía, especialmente en el atardecer de un sábado de verano.
Ya entrada la tarde, el sol declinaba sobre el patio en penumbra de la casa de Francie Nolan y sus rayos calentaban la madera roída de la verja. El único árbol que había allí no era un pino, ni un abeto. Sus hojas lanceoladas se extendían por las varitas verdes que irradiaban del tronco como si fueran sombrillas abiertas. Algunos lo llamaban el árbol del cielo, pues allí donde caía su semilla crecía otro que luchaba por llegar arriba.

1 comentarios:

natalia guerrero dijo...

Como siempre me lo apunto. besos

 
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