jueves, 10 de julio de 2008

lecturas 2008 - XVI

Mi Nueva York (Brendan Behan)
Si alguna ciudad ilustra de manera privilegiada la enormidad del continente americano es Nueva York. Behan es uno más de los visitantes de la ciudad –muchos de ellos convertidos en permanentes- que no ha podido mantenerse indiferente a ella, aunque las experiencias puedan ser de lo más variado. Para algunos las dimensiones de la ciudad y su agitado trajín son como una patada en el trasero; para otros representa la vida moderna en todo su esplendor, donde los encuentros fortuitos son la regla y toda transformación personal parece posible; para otros, como es bien sabido, constituye la nemesis de toda moral.
Brendan Behan deja bien clara desde el principio su imparcialidad hacia el objeto de sus comentarios y divagaciones: “Por un lado, Nueva York es la mejor ciudad del mundo, y por el otro y por cualquiera: de espalda, de cara y de perfil”. Y sin embargo, un examen más detallado de los diversos perfiles de la ciudad de sus sueños se convierte para Behan en una ocasión para reírse a propósito de prácticamente todo lo que ha visto o le han contado de ella: ya esté hablando de los taxistas o de los banqueros, de los irlandeses, los judíos o los camareros, del precio de los abrigos o de la calidad de la cerveza, Behan tiene siempre una anécdota propia o ajena para dar forma a su personalísimo recorrido por la ciudad, o para dar color a sus frecuentes escapadas a temas de la más rigurosa universalidad.
Libro de viajes, monólogo humorístico o como se le quiera llamar, el libro de Behan es una aproximación literaria y poco convencional a una de las ciudades más fascinantes del mundo. El texto va acompañado pro una magnífica colección de dibujos de Paul Hogarth sobre diversos motivos asociados a Nueva York y a las anécdotas de Behan.

Así empieza...
-Nueva York es el infierno- dijo una vieja señora del Medio Oeste que vivía conmigo en el Hotel Algonquin. Una señora que tenía su habitación en la misma planta que yo y coincidía conmigo en el ascensor, quiero decir.
-Nunca me he sentido tan en casa como en Nueva York- respondí yo
-Eso podría muy bien ser- dijo la señora del Medio Oeste.
No me da miedo reconocer que Nueva York es la mejor ciudad que existe sobre la faz de la Tierra. Sólo hay que mirarla, ya sea desde el aire, desde el río, o desde la estatua del Padre Duffy. Es fácil ver que Nueva York es la mejor ciudad del mundo, por una lado y por el otro y por cualquier lado: de espalda, de cara y de perfil.

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